viernes, 8 de junio de 2007

¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA? y EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA




Históricamente el nacimiento de la filosofía puede entenderse como una forma de independizarse de la religión (concretamente, si nos referimos a la filosofía occidental, esta independización se produjo con respecto a la religión griega y a lo que hoy llamamos mitología). Actualmente filosofía y religión siguen compartiendo algunas preocupaciones como ¿Por qué estoy en este mundo? ¿En qué consiste el bien y por qué he de actuar según el criterio que me proporcione? ¿En qué consiste la felicidad? o temas como la muerte, la libertad, etc. Sin embargo, la manera de buscar las respuestas es diferente (además de que hay cuestiones propias de la filosofía o de la religión): la filosofía solo cuenta con el ser humano, y con su capacidad de razonar e investigar, mientras que la religión fundamentalmente obtiene sus respuestas de una fuente sobrehumana, sobrenatural, mediante la fe.
La filosofía podría situarse entre la ciencia y la religión, ya que comparte algunos aspectos con la primera y otros con la segunda, y a la vez se diferencia de ambas . Por otra parte, la ciencia y la religión tienen algo en común: cada una a su manera resuelve sus preguntas (esto es lo que Savater quiere decir cuando distingue entre "soluciones" -propias de la ciencia y de la religión- y "respuestas" filosóficas).
Para el filósofo británico Bertrand Russell el terriorio de la filosofía se encuentra allí donde, por un lado, la ciencia es incapaz de entrar (el valor de la ciencia reside precisamente en no traspasar sus límites) y la teología se muestra insuficiente (pues frecuentemente las respuestas religiosas no nos dejan satisfechos, o hacen surgir nuevos interrogantes, especialmente en las mente más inquietas o curiosas). [Citado por Luc Ferry en Aprender a vivir].

Algunos filósofos han considerado que el reto común al que se enfrentan la filosofía y la religión es la muerte. Somos probablemente el único organismo consciente de que va a morir, pero también -y por esa razón- de que el tiempo es limitado e irreversible. Mientras que la religión viene a negar lo "evidente" -la muerte- para que creamos en lo inverosimil mediante un acto de fe, y de esa manera apaciguar nuestra inquietud, la filosofía se enfrenta a la muerte sin ayuda exterior (Dios), y nos diría algo así como: "eres tu -es decir, nosotros, los seres humanos- el que debe resolver o gestionar esta situación sin otra ayuda que tus -nuestros- propios recursos". Si hay que elegir entre una verdad difícil y la ignorancia tranquilizadora (o como ha dicho alguien "entre la lucidez y el confor") el filósofo opta, en tanto que filósofo, por la primera.

Dicho esto cabe añadir que, como es habitual, en la historia de la filosofía encontramos numerosas concepciones de la filosofía. Entre las más recientes, por ejemplo, la de Deleuze: la función de la filosofía es crear conceptos. Y entre las más antiguas, la de Platón, para quien las verdades de la filosofía eran tal vez, y hablando informalmente entre nosotros, más verdaderas que las de la religión. Para él la filosofía era la ciencia suprema, la contemplación de las Ideas.
Para Epicuro, sin embargo, la filosofía era sobretodo la medicina del alma (pero sin necesidad de tomar pastillas), y su objetivo conducirnos a la felicidad.



ANEXO SOBRE LA ASIGNATURA DE FILOSOFÍA EN PRIMERO DE BACHILLERATO:
Esta asignatura no es, a pesar de su nombre, filosofía (o solo filosofía -y ciudadanía-), si bien lo es una buena parte de su contenido, y en gran medida su enfoque. En primero de bachillerato estudiamos y planteamos distintas cuestiones filosóficas -a veces solo mencionadas o sugeridas durante las explicaciones o en el diálogo mantenido en clase-, pero también nos interrogamos por algunas ciencias positivas (empíricas) como la psicología y la neurociencia, o la antropología física y cultural. Y eso está bien, ya que no es posible hacer filosofía en la actualidad sin unos conocimientos, al menos básicos, sobre el cerebro, la percepción, la evolución y la dimensión cultural del ser humano (entre otros). Como afirma Savater "Una cosa es saber después de haber pensado y discutido, otra muy distinta es adoptar los saberes que nadie discute [o más bien, sin discutirlos o pensarlos -añado yo-] para no tener que pensar".



EL NACIMIENTO DE LA FILOSOFÍA
Volviendo al tema del origen de la filosofía, cuando ésta nace en las costas que los griegos habían colonizado en el territorio de la actual Turquía (Jonia) no se distingue de la ciencia. Eso ocurrió sobre el siglo VI a.C., y a veces se denomina "el milagro griego" (al que también se alude cuando se utiliza la expresión "del mito al logos"). Entre los primeros filósofos suelen contarse Tales (conocido también por el teorema que lleva su nombre), Anaxímenes y Anaximandro (los tres nacidos en la ciudad de Mileto), así como Pitágoras, y ya entre los siglos VI y V Parménides (oriundo de otra zona de colonias, la Magna Grecia -sur de Italia-) y Heráclito de Efeso. [Lo que hizo Tales, junto a los primeros filósofos, es que buscó explicaciones naturales para distintos interrogantes, es decir, intentando razonar sin recurrir a algo sobrenatural y evitando leyentas o mitos].
Pero la filosofía tiene una especie de segundo comienzo, en mi opinión el verdadero momento fundacional, en la Atenas del siglo V, particularmente durante la democracia de Pericles, en cuyas calles se encontraban personajes como Sócrates y Protágoras. El filósofo materialismta Demócrito suele incluirse entre los filósofos presocráticos, pero fue contemporáneo de Sócrates.




¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?Lo primero que se puede decir de esta pregunta es que está mal planteada. No todos las preguntas son en todos los casos pertinentes. Cuando hemos tomado un café en un bar no preguntamos al camarero "¿Para qué sirve?", sino "¿cuánto es?" o "¿cuánto le debo?". Del mismo modo cuando se trata de una persona podemos preguntar "¿Cómo se llama?, ¿Cómo es?, ¿Qué piensa?, pero no parece que tenga mucho sentido preguntar "¿Para qué sirve?" [Me viene a la mente lo que escribió Heidegger: "El pensar no conduce a un saber como las ciencias"].
Dicho esto (con lo que trato de invitar a salir de una perspectiva utilitarista e instrumental) cabe señalar distintas funciones de la filosofía:
-Función educativa-formativa.
-Función terapeútica y/o eudaimonista (la vinculación entre filosofía y felicidad encuentra formulaciones tan diversas como las de Aristóteles, Epicuro, los estoicos, Spinoza, o las recientes tendencias que la aproximan a ciertos manuales de autoayuda).
-Función cultural (solo parcialmente coincidente con la primera), en el sentido de formar parte del bagaje estándar de una persona "culta".
-Por otra parte, los filósofos profesionales disponen del tiempo y de la dedicación necesarios para analizar distintas cuestiones relevantes para las ciencias (naturales y humanas o sociales).
-También se ha señalado una función crítica. [Sobre el significado de un pensamiento crítico puedes escuchar la emisión del 4 de Octubre de 2007 del programa "Pensar por pensar": http://www.cadenaser.com/la-ventana/audios/ventana-pensar-pensar/csrcsrpor/20071004csrcsr_26/Aes/]
-Yo añadiría: filosofamos -en un sentido amplio- porque somos seres humanos, y para serlo.
NOTA: Recientemente se ha señalado el valor de la filosofía como materia instrumental en el sentido en que lo son la lengua y las matemáticas, las capacidades que la filosofía contribuye a desarrollar la hacen recomendable desde la educación primaria (v.,por ejemplo, el programa Filosofía para niños o las propuestas de Oscar Brenifier).

domingo, 3 de junio de 2007

Laicismo: cinco tesis (de Fernando Savater)

El filósofo F. Savater sintetiza en cinco tesis el contenido fundamental del laicismo.
Elabora un vocabulario con algunas de las palabras del texto de Savater.


Laicismo: cinco tesis

Fernando Savater*

El debate sobre la relación entre el laicismo y la sociedad democrática actual (en España y en Europa) viene ya siendo vivo en los últimos tiempos y probablemente cobrará nuevo vigor en los que se avecinan: dentro de nuestro país, por las decisiones políticas en varios campos de litigio que previsiblemente adoptará el próximo Gobierno; y en toda Europa, a causa de los acuerdos que exige la futura Constitución europea y por la amenaza de un terrorismo vinculado ideológicamente a determinada confesión religiosa. En cuestiones como ésta, en que la ceguera pasional lleva a muchos a tomar por enemistad diabólica con Dios el veto a ciertos sacristanes y demasiados inquisidores, conviene intentar clarificar los argumentos para dar precisión a lo que se plantea. A ello y nada más quisieran contribuir las cinco tesis siguientes, que no pretenden inaugurar mediterráneos, sino sólo ayudar a no meternos en los peores charcos.
1) Durante siglos, ha sido la tradición religiosa -institucionalizada en la iglesia oficial- la encargada de vertebrar moralmente las sociedades. Pero las democracias modernas basan sus acuerdos axiológicos en leyes y discursos legitimadores no directamente confesionales, es decir, discutibles y revocables, de aceptación en último caso voluntaria y humanamente acordada. Este marco institucional secular no excluye ni mucho menos persigue las creencias religiosas: al contrario, las protege a las unas frente a las otras. Porque la mayoría de las persecuciones religiosas han sucedido históricamente a causa de la enemistad intolerante de unas religiones contra las demás o contra los herejes. En la sociedad laica, cada iglesia debe tratar a las demás como ella misma quiere ser tratada... y no como piensa que las otras se merecen. Convertidos los dogmas en creencias particulares de los ciudadanos, pierden su obligatoriedad general pero ganan en cambio las garantías protectoras que brinda la Constitución democrática, igual para todos.
2) En la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie. De modo que es necesaria una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con la visión integrista que tiende a convertir los dogmas propios en obligaciones sociales para otros o para todos. Lo mismo resulta válido para las demás formas de cultura comunitaria, aunque no sean estrictamente religiosas, tal como dice Tzvetan Todorov: «Pertenecer a una comunidad es, ciertamente, un derecho del individuo pero en modo alguno un deber; las comunidades son bienvenidas en el seno de la democracia, pero sólo a condición de que no engendren desigualdades e intolerancia» (Memoria del mal).

3) Las religiones pueden decretar para orientar a sus creyentes qué conductas son pecado, pero no están facultadas para establecer qué debe o no ser considerado legalmente delito. Y a la inversa: una conducta tipificada como delito por las leyes vigentes en la sociedad laica no puede ser justificada, ensalzada o promovida por argumentos religiosos de ningún tipo ni es atenuante para el delincuente la fe (buena o mala) que declara. De modo que si alguien apalea a su mujer para que le obedezca o apedrea al sodomita (lo mismo que si recomienda públicamente hacer tales cosas), da igual que los textos sagrados que invoca a fin de legitimar su conducta sean auténticos o apócrifos, estén bien o mal interpretados, etcétera...: en cualquier caso debe ser penalmente castigado. La legalidad establecida en la sociedad laica marca los límites socialmente aceptables dentro de los que debemos movernos todos los ciudadanos, sean cuales fueren nuestras creencias o nuestras incredulidades. Son las religiones quienes tienen que acomodarse a las leyes, nunca al revés.

4) En la escuela pública sólo puede resultar aceptable como enseñanza lo verificable (es decir, aquello que recibe el apoyo de la realidad científicamente contrastada en el momento actual) y lo civilmente establecido como válido para todos (los derechos fundamentales de la persona constitucionalmente protegidos), no lo inverificable que aceptan como auténtico ciertas almas piadosas o las obligaciones morales fundadas en algún credo particular. La formación catequística de los ciudadanos no tiene por qué ser obligación de ningún Estado laico, aunque naturalmente debe respetarse el derecho de cada confesión a predicar y enseñar su doctrina a quienes lo deseen. Eso sí, fuera del horario escolar. De lo contrario, debería atenderse también la petición que hace unos meses formularon medio en broma medio en serio un grupo de agnósticos: a saber, que en cada misa dominical se reservasen diez minutos para que un científico explicara a los fieles la teoría de la evolución, el Big Bang o la historia de la Inquisición, por poner algunos ejemplos.

5) Se ha discutido mucho la oportunidad de incluir alguna mención en el preámbulo de la venidera Constitución de Europa a las raíces cristianas de nuestra cultura. Dejando de lado la evidente cuestión de que ello podría entonces implicar la inclusión explícita de otras muchas raíces e influencias más o menos determinantes, dicha referencia plantearía interesantes paradojas. Porque la originalidad del cristianismo ha sido precisamente dar paso al vaciamiento secular de lo sagrado (el cristianismo como la religión para salir de las religiones, según ha explicado Marcel Gauchet), separando a Dios del César y a la fe de la legitimación estatal, es decir, ofreciendo cauce precisamente a la sociedad laica en la que hoy podemos ya vivir. De modo que si han de celebrarse las raíces cristianas de la Europa actual, deberíamos rendir homenaje a los antiguos cristianos que repudiaron los ídolos del Imperio y también a los agnósticos e incrédulos posteriores que combatieron al cristianismo convertido en nueva idolatría estatal. Quizá el asunto sea demasiado complicado para un simple preámbulo constitucional...

Coda y final: el combate por la sociedad laica no pretende sólo erradicar los pujos teocráticos de algunas confesiones religiosas, sino también los sectarismos identitarios de etnicismos, nacionalismos y cualquier otro que pretenda someter los derechos de la ciudadanía abstracta e igualitaria a un determinismo segregacionista. No es casualidad que en nuestras sociedades europeas deficientemente laicas (donde hay países que exigen determinada fe religiosa a sus reyes o privilegian los derechos de una iglesia frente a las demás) tenga Francia el Estado más consecuentemente laico y también el más unitario, tanto en su concepción de los servicios públicos como en la administración territorial. Por lo demás, la mejor conclusión teológica o ateológica que puede orientarnos sobre estos temas se la debo a Gonzalo Suárez: "Dios no existe, pero nos sueña. El Diablo tampoco existe, pero lo soñamos nosotros" (Acción-Ficción).

Copyright © 2004 Fernando Savater. Se permite la reproducción de este texto por cualquier medio siempre que sea sin fines comerciales y esta nota se mantenga.
Notas al pie
... 2004*
Publicado originalmente en el diario El País, 3-04-2004. Reproducido en la Biblioweb de sinDominio con permiso del autor.